Cómo perder las virtudes

Las personas nacemos -aunque no todas- con una serie de características propias que establecen una diferencia con el informe amasijo de individuos, iguales unos a otros. Estas virtudes pueden ser empleadas para bien o para mal. Ayudar al débil, o pervertirlo; ninguna de las dos opciones anteriores provocará la pérdida de nuestra virtud.

Rara vez tenemos conciencia alguna de cuáles son esas cualidades que nos hacen tan imperceptiblemente diferentes de los demás. Podemos llegar, incluso, a sospecharlas; por nuestra mente se deslizarán pensamientos de tipo "Tal vez soy más abierto que los demás", o "No me gustan las niñitas que, siendo inteligentes, tienen que dárselas de tontas por el mero hecho de ser rubias, pero aun así puedo fingir mejor que los demás".

No obstante, es en el preciso instante en el que una persona nos adula con nuestras virtudes cuando las perdemos por completo. De forma que la conciencia de una virtud provoca su pérdida inmediata, y cuando el virtuoso conoce su condición, ésta desaparece ipsofacto. Esto es todo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario