El mundo de mis cábalas: Cábalas «ordinarias»

Cábalas «ordinarias»

Reflexiones fortuitas sobre ideas fugaces que han dado lugar a cavilaciones razonadamente estructuradas.

Cábala primera
Cábala segunda
Cábala tercera
Cábala cuarta
Cábala quinta

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Todos hemos experimentado en alguna ocasión el exquisito placer de ejercer una influencia un tanto perversa sobre alguien; nos gusta comprobar cómo es capaz de influir sobre el entorno nuestro carácter. Cuando vemos una mirada atenta ante nuestros ojos, lo primero que nos viene a la cabeza es cómo podríamos aprovechar tan maravillosa capacidad de control. Y, cuando uno cavila o, mejor dicho, filosofa, comienza a tener honda conciencia de lo terrible que es nuestro tan poderoso carácter, y de las fechorías que con él se podrían realizar.

Por estas explicaciones filosóficas, ¿será cierto que cuando escarnecemos al débil es porque vemos reflejados en él los defectos que más odiamos en nosotros? Da que pensar.

La cosa es bastante difícil, y bien podríamos decir que la polémica está servida. Los de ciencias, con sus saberes originarios del siglo XVI, llegan con su dogmatismo estéril y creen dominarlo todo; perturban así la calma y sosiego de los espíritus de los de letras, que con su Arte y sus muchas otras virtudes pretender devolder la armonía al mundo. "Al menos, sabemos sumar", diría un ingenuo científico. "Yo sé hablar. Por cierto, es por lo menos, y no al menos", diría un astuto letrado.

En el ser humano, todo cuanto sea sincero, moral o franco es falso. El mero hecho de sonreír por la mañana cuando no nos encontramos totalmente a gusto con nuestra rutina -como le ocurre a la mayoría- ya denota cómo pretendemos hacer creer a los demás cualidades nuestras con las que no podemos siquiera soñar. Somos seres que preferimos actuar a mostrar la cruda realidad.

Sólo el ser humano, en situaciones deplorables como la depresión, se muestra como debiera ser: deprimido, cansado de la vida y más sincero que nunca. Entonces, el cielo ya no es bello, sino que es azul; el que es guapo es bello; el que es feo es despreciable. Y punto.

No obstante, gracias a esas terriblemente maravillosas habilidades sociales que hemos desarrollado, vivimos en una mentira, todo contentos, como un actor de teatro que no sale de sus personajes y que, consecuentemente, acaba respirando, hablando y eructando como ellos: feliz.

Las ciencias empíricas naturales por antonomasia son tanto la biología como la física y la química. Sin embargo, es la primera la única que parte directamente de la realidad.

La biología estudia el medio natural sin utilizar ningún tipo de herramienta que medie entre la realidad y la teoría. Se observan los hechos o problemas no resueltos por el saber del que se dispone y se elaboran hipótesis que sean capaces de aportar una explicación lógica. Esta ciencia no se adentra en el turbio abismo de las matemáticas.

La física y la química -y, en especial, aquella- son menos empíricas, dando por hecho que cuando un físico observa un problema sin resolver ha de acudir al razonamiento y a la formulación matemática; de este modo, está utilizando un lenguaje intermedio que puede tergiversar la realidad, haciéndola más inexacta de lo que ya es de por sí.

En múltiples ocasiones nos preguntamos por qué existen las religiones, quién decidiría crearlas y quién ideó a Dios. Todas estas cuestiones tienen su respuesta en la filosofía, especialmente en la metafísica.

Las religiones se constituyen en realidades necesarias, esto es, aquellas que deben existir por alguna causa u otra. Sin ellas, el mundo no puede ser concibido; son elementos necesarios para explicar misterios de cuya averiguación estamos muy lejos, al menos por la vía de la Ciencia.

De hecho, estas realidades necesarias existen en todos nosotros. En algunos seres humanos cristalizan en formas como el cristianismo, el budismo, etc., y en otros en la creencia en el mercado libre, en la literatura, etc.

El esteticismo fue un movimiento artístico y filosófico inglés que consideraba que el Arte existe para el beneficio de su propia belleza y que ésta debe ser elevada por encima de la moral y de los temas sociales.

Se ocasionó como oposición a las filosofías utilitaristas imperantes y a la fealdad aparente del siglo XIX y la época industrial. Sus fundamentos filosóficos fueron propuestos por Inmanuel Kant, quien adujo que las normas estéticas podían ser separadas de la moralidad, de la utilidad y el placer.

Así, el esteticismo propugna el Arte por el Arte, o el Arte desinteresado.